jueves, 27 de agosto de 2009

Viaje por Toledo y la vía de la Plata

Me ha parecido interesante explicar lo que he visto durante las vacaciones del 2009, en un viaje que he realizado, primero a la famosa ciudad de Toledo, y luego por un recorrido que sigue bastante aproximadamente la antigua vía de la Plata. Para quien no lo sepa, aclaro que se trataba de una vía romana que unía las ciudades de Augusta Astúrica (hoy Astorga) y Augusta Emérita (hoy Mérida).

Este viaje no hubiera sido posible sin mi amiga Faty, que me acompañó durante todo el recorrido, condujo el coche durante horas, me prestó alojamiento en Zamora, y además me dejó su cámara para poder capturar todas estas fotos. Un beso desde aquí para ella.

Todas las fotos las sacamos nosotros mismos, y las he colgado en un servidor aparte para que no descoloquen el texto. En ocasiones me ha parecido adecuado mantenter el tamaño original de la foto, debido al interés o la belleza de ciertos detalles, así que algunas son realmente grandes. Quienes pinchéis en un enlace, sabed que detrás quizás haya un archivo de varios megabytes. Aparte de estas fotos, también hay algún enlace de ciertos sustantivos hacia la Wikipedia u otras fuentes de interés, pero como mera aclaración.

He intentado explicarlo todo de la manera más directa y breve posible, intentando además que sea ameno, pero aún así he tenido que dividir la explicación en tres fragmentos, puesto que realmente vimos muchas cosas y hay mucho que comentar. Estas son las tres fases del viaje, que he creado en tres entradas anteriores de este mismo blog:

  1. Toledo
  2. Vía de la Plata: En el Reino de León
  3. Vía de la Plata: En Extremadura

Espero que os resulte interesante.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Toledo

El Tajo rodea la ciudad de Toledo en todas las direcciones excepto por el lado Norte, en el que se encuentra su acceso más conocido y vistoso: la puerta Bisagra(1). En realidad se trata de una serie de puertas (2,3,4) que hay que atravesar para acceder a la ciudad a través de las murallas. En varios lugares de esta puerta luce el emblema de la ciudad, con el águila bicéfala y escudo de Castilla-León (5).

A ambos lados de ella, la muralla (6) se extiende hasta alcanzar el río (7). Hacia la derecha, el ayuntamiento ha tenido la buena idea de construir unas escaleras mecánicas (8) que permiten superar la dura pendiente de ese lado, que de otro modo sería un reto demasiado costoso para la mayoría, sobre todo en verano, cuando aprieta el calor.

Por el Este (9), el río separa la ciudad de dos construcciones emblemáticas, el castillo de San Servando (10) (hoy convertido en un albergue) y la Academia de Infantería (11). Para acceder a ellas, se puede cruzar por el puente Alcántara (12), en cuyos arcos se puede comprobar la combinación de estilos de diversas épocas, tanto el árabe como los diversos estilos posteriores de los cristianos (13).

Por el Sur, la ciudad es visible desde unas montañas cercanas en las que se encuentra la Ermita de Nuestra Señora del Valle (14). Desde allá se pueden contemplar las vistas más típicas e impresionantes de la ciudad (15). En estas colinas encontramos también gran cantidad de cigarrales, es decir, casas grandes de campo, hoy en día habitualmente posesión de gente con dinero, que vive así apartada de la gran ciudad, pero cerca de ella y contemplándola siempre.

Por el Oeste, el puente de San Martín (16) permite acceder a la zona en la que se encuentra el monasterio de San Juan de los Reyes (17, 18). Aquí (19) podemos verlo desde debajo del puente. El monasterio es uno de los símbolos cristianos más impresionantes de la ciudad. En sus muros pueden verse unas cadenas de las que colgaban a los herejes (20). También me pareció interesante fotografiar sus torres (21), las gárgolas del interior (22) y su iglesia (23, 24). Parece ser que los Reyes Católicos pretendían ser enterrados aquí, ya que el monasterio se levantó en honor a la victoria de Toro, en la que Isabel consiguió el reino de Castilla frente a su rival, Juana; pero finalmente se decidieron por Granada, cuya conquista fue tan importante por suponer la unificación cristiana de la Península.

La fama de esta construcción queda eclipsada por la de la famosísima catedral (25), pero como ésta es bien conocida, creo que es suficiente con unas fotos de ella (26, 27, 28).

Por cierto, que en los días en los que estuve se hacía una exposición de instrumentos de tortura de la inquisición, lo cual no resulta desacertado en un lugar de tradición tan católica, así que fui a verla y estuvo interesante. Se exponían todo tipo de instrumentos, entre ellos la cuna de Judas, la picota (que se usaba sobre todo para los borrachos) y la doncella de hierro (en inglés, Iron Maiden, de ahí el nombre de cierta banda). Aquí solo enseño una pequeña muestra.

La herencia cristiana se presenta a menudo mezclada con la árabe, tanto en edificios antiguos como en otros que intentan imitar aquel pasado, y esto es claramente visible en numerosos detalles de puertas (29, 30), fachadas (31), y por supuesto en mezquitas convertidas posteriormente en iglesias (32), e incluso en la estación de tren (33). Hasta es posible ver el arte árabe en un bar como el del círculo de bellas artes (34), donde puedes acabar tomando un café bajo los arcos de una antigua construcción musulmana (35). Pero si bien es este café, probablemente, el de mayor encanto, el lugar más típico para la vida social de la ciudad (y de sus turistas, claro), es la plaza Zocodover (36), en la que incluso podemos ver una dedicatoria curiosa (37) que denota la mentalidad de algunos de sus alcaldes de antaño.

Por cierto, que un poco más arriba de la plaza Zocodover existe una subida llamada calle de Toledo de Ohio (38). Es desconocido para muchos que en Ohio, Estados Unidos, existe una ciudad llamada Toledo, lógicamente en honor a la Toledo de España; y no es una ciudad pequeña ni poco importante, sino una rica y próspera población de los Grandes Lagos, por la que incluso se pelearon en 1835 los estados de Ohio y Michigan, en un enfrentamiento que se llegó a llamar la Guerra de Toledo, aunque no produjo prácticamente ningún herido, sino que más bien fue un conflicto diplomático. Por supuesto, en Hispanoamérica existen también multitud de poblaciones que se llaman igual que la Toledo española.

También importante es la herencia judía, porque Toledo albergó una de las comunidades judías más importantes. Esto puede verse aún en las antiguas sinagogas de Santa María la Blanca (más tarde convertida en iglesia cristiana) y la Sinagoga del Tránsito (39), que alberga un museo sefardí. Y no sólo se mantiene el recuerdo de los edificios religiosos, sino que el barrio entero de la judería alberga detalles por uno (40) u otro (41) lado que recuerdan ese pasado.

Toda esta mezcla de culturas no estaría completa si no mencionase a los protagonistas del resto de este viaje: los romanos. Desgraciadamente, casi nada ha quedado intacto de lo que ellos construyeron, excepto unas termas. Eso sí, la gran cantidad de ruinas de una u otra civilización que alberga el subsuelo, hace que sea fácil verlas en los sótanos de algunos edificios, protegidas por vidrios que las muestran como un adorno subterráneo que da vistosidad a algunos bares y restaurantes.

Pero la descripción de todos estos sitios que he visitado, tanto Toledo como los demás, sería incompleta si no incluyera también ese elemento que hoy en día forma ya parte del paisaje y rodea los monumentos: los turistas. En Toledo los hay por todas partes, hasta el punto de que es más fácil verlos a ellos que a los toledanos. Uno de sus lugares favoritos es la estatua dedicada a Cervantes que hay en el Arco de la Sangre. La gente se apoya en la estatua como si fuese un monigote de feria, sonríe, le abraza, y se hace la foto para que todos vean que han estado allí (42). Me pregunto qué le parecería al escritor.

La cantidad de visitantes justifica que haya una amplia oferta hotelera y de varios tipos de establecimientos orientados a ellos, pero hay sobre todo dos que destacan sobre los demás. El primero son las tiendas de espadas. Hay espadas por todas partes, montañas de espadas (43); espadas cristianas, cimitarras moras, katanas japonesas, espadas romanas, espadas de películas como El señor de los Anillos o 300... Incontables son los lugares en los que podemos comprar la Excalibur, la espada de Conan, la Colada o la Tizón. Afortunadamente, no todo se reduce a esta penosa venta de ridículos recuerdos para turistas, sino que también se venden buenas espadas de esgrima e incluso aún quedan unas pocas tiendas como la de Moreno Fernández (44), que venden espadas españolas reales del siglo XVII (45). Sólo falta que uno tenga los veinte mil euros, aproximadamente, que cuesta una de estas curiosidades; unas cien veces más que las de pega.

Las otras tiendas que nos rodean en Toledo son las de dulces, especialmente las de Mazapán. Hay Mazapán por todos lados, e incluso los pasteleros, aburridos ya, supongo, de hacer siempre lo mismo, se esmeran en darle un toque más artístico, como en esta tienda en la que han reproducido la toledana Puerta del Sol, en mazapán (46) (aquí (47) podemos ver la real, que se encuentra subiendo la cuesta que parte de la Puerta Bisagra). La asociación de Toledo con el mazapán se debe a lo siguiente: Cuenta la historia que las monjas de San Clemente lo fabricaron a golpe de maza mientras la ciudad sufría hambre por el asedio de los moros; y como en aquel momento se le dio el nombre de "pan de maza", más tarde ha acabado llamándose mazapán. Por eso hay tantas tiendas que lo fabrican y lo venden, y por eso también a menudo se asocia a las monjas (48).

Otro típico atractivo para los turistas es la relación de la ciudad con el Greco, del que uno de sus más importantes cuadros, el Entierro del Señor de Orgaz, se expone allí. También señalan una casa en la que dicen que vivió (49), que se supone que está pegada a la iglesia (antes mezquita) de Santo Tomé (50) lo cual también resulta interesante a muchos. Por cierto, que en la localidad de Orgaz, situada unos kilómetros al Sur de Toledo, puede verse aún el castillo del protagonista del cuadro.

Sería delito no mencionar la construcción más grande y vistosa de la ciudad, el Alcázar (51). Un edificio no muy adornado, pero tan enorme que de él se pueden obtener bellas imágenes tanto de cerca (52, 53, 54, 55) como desde más lejos (56).

Por último, vale la pena echar también un vistazo al Museo de Santa Cruz (57), que muestra una bella fachada y en el que a menudo hay exposiciones interesantes (y gratuitas).

Respecto a los grandes monumentos turísticos, creo que es suficiente. Pero para mí la gracia de esta ciudad no reside tanto en su catedral, su alcázar o sus mezquitas y sinagogas, sino en que toda ella es un conjunto arquitectónico tradicional español, bastante homogéneo y bien conservado, en comparación con la mayoría. La mayor parte de las fachadas no desentonan con el conjunto arquitectónico clásico, y son innumerables sus calles (58, 59, 60, 61), rincones (62, 63, 64), bajadas y subidas (65), o plazas cercanas a las murallas (66) en las que nos parece estar en la España de Carlos I (67), rey que transformó esta localidad en la ciudad imperial.

Vía de la Plata: En el Reino de León

Dejamos atrás Toledo para adentrarnos aún más si cabe en la España profunda, tan profunda que hasta los toros cagan sangría (1). Comenzamos la andadura al Norte, en el antiguo reino de León, donde se encuentra Astorga. Fue creada en tiempos de los romanos por Augusto, que mandó convertir en ciudad lo que hasta entonces sólo era un campamento de la décima legión. Se llamó Augusta Astúrica, y era el comienzo de la vía de la Plata, que llegaba hasta Augusta Emerita (Mérida). Existe un museo romano en la ciudad, donde pueden contemplarse los hallazgos de aquella época.

Tras la caída del Imperio Romano, siguió siendo un importante núcleo urbano hasta nuestros días. Su mayor atractivo es sin duda el llamado Palacio de Gaudí (2), que en realidad era la residencia episcopal, pero que ha acabado llamándose así en honor a su famoso arquitecto, Antonio Gaudí. Lo exótico de encontrar una obra del modernismo catalán en estas tierras se debe a que el obispo de Astorga era entonces también catalán, y encargó a su paisano la obra, con muy buen criterio, pienso yo, porque de este modo entregó a la ciudad un monumento que la hace única en toda esta zona de España. Su aspecto de castillo de cuento de hadas (3) y su buen estado de conservación (pues se trata de una obra reciente en comparación con los castillos y catedrales medievales) impresionan a todos los que visitamos Astorga. Aquí (4, 5, 6, 7, 8, 9) pueden verse algunas fotos más de esta obra.

A su lado se encuentra la catedral (10), con un estilo mucho más clásico (11, 12, 13). La combinación de ambos edificios se ha convertido en la imagen más típica de la ciudad, y la verdad es que uno no desentona con el otro, sino que la combinación de ambos resulta única e interesante, especialmente con la iluminación nocturna, aunque yo no tuve ocasión de quedarme allí de noche para comprobarlo.

Como último edificio curioso está la fachada del ayuntamiento (14), en la que hay una pareja de muñecos ataviados con las ropas regionales y armado cada uno con una maza, que se encargan de tocar las campanadas a cada cambio de hora.

Como estas construcciones atraen mucho turismo, hay una amplia oferta hotelera y de restauración, en la que lo más típico es degustar el cocido maragato. Consiste en comer los componentes del cocido consecutivamente, primero la carne (15), luego los garbanzos con la verdura (16) y finalmente la sopa (17). Eso sí, hay que tener realmente mucha hambre para poder acabar con todo.

Muy cerca de Astorga se encuentra una pintoresca localidad: Castrillo de los Polvazares (18). Por lo visto alguien ha tenido la interesante idea de hacer que el pueblo conserve el aspecto que antiguamente ofrecían las poblaciones de la región, con sus construcciones de piedra de color anaranjado. Esto ha conseguido que regularmente sea visitado por turistas y que, pese a ser tan pequeño, haya en él varios sitios donde comer y alojarse. La verdad es que, pese a lo artificioso de mantener aún un estilo de construcción desfasado, es de agradecer que al menos algún pequeño pueblo como este sirva de testimonio de lo que fue el pasado de la región; y además, resulta bonito de ver (19, 20, 21, 22, 23).

Ya en la provincia de Zamora, el paisaje cambia radicalmente, y las típicas llanuras castellanas dejan paso a montañas, bosques, ríos e incluso un bonito lago, el lago de Sanabria (24). Este lago supone un importante foco turístico, no solo por su propia belleza y la del entorno que lo envuelve, sino porque en él hay también dos pequeñas playas de arena, y ya sabemos todos que los turistas acuden a las playas de arena como las moscas a la miel (25). También en un extremo del lago, donde se encuentra el antiguo pueblo de Ribadelago, es posible ver a algunos de ellos haciéndose fotos al lado del monumento a las víctimas de la inundación de 1959 (26), en ocasiones incluso posando alegremente junto a la estatua de diversas maneras, demostrando así que no conocen lo que es el respeto, ni siquiera con los muertos.

En las montañas situadas en la parte Norte del lago se halla un pueblecito llamado San Martín de Castañeda, desde el cual es posible contemplarlo en su totalidad, e incluso se tienen mejores vistas del entorno un poco más arriba (28).

En cualquier caso, todo el entorno es digno de hacer una visita, tanto en la ribera del propio lago (29, 30, 31, 32) como en su lado Oeste, en el que se sitúa el parque natural de Sanabria (33), por el que fluye el río Tera. Este mismo río atraviesa (34), un poco más adelante, la localidad de Puebla de Sanabria (35, 36, 37), que alberga también un antiguo castillo (38) que puede visitarse y, aunque modesto, resulta bonito y está bien conservado. Como la oficina de turismo ha adornado su interior con armaduras, figuras de piedra, etc., muchos turistas aprovechan, una vez más, para posar y hacerse fotos con todas estas cosas (39). Ya por las calles de la villa vi a otros que, al lado de un arco de cartón-piedra que había sido colocado en medio de una calle para dar un aspecto más medieval a la localidad durante los días de fiesta, se burlaban de que era de pega pero, sin embargo, se hicieron la foto junto al arco igualmente (40). Tan impulsivo es para algunos lo de ejercer de turista chusquero que no tienen criterio, porque de nada entienden, nada respetan y nada les importa de verdad, sino que ya todo les da igual.

Aprovechando este pasado medieval, la localidad recrea anualmente aquel ambiente, con un mercado (41, 42, 43, 44) y diversos espectáculos relacionados, que atraen bastante turismo. La ciudad se engalana esos días para dar aún una imagen más auténticamente medieval (45, 46, 47, 48, 49, 50, 51, 52). Se trata de un mercado muy modesto, pues la propia población es muy pequeña, pero el entorno en que se celebra es tan adecuado que acaba teniendo su encanto. Además, aunque algunos de los espectáculos de la fiesta fuesen poco impresionantes, sí pude ver una exposición de cetrería que realmente era bonita para quienes no estamos acostumbrados a ver estas aves (c1, c2, c3).

Entre las montañas de toda esta comarca hay amplias zonas ideales para la caza y el senderismo. No sólo la zona adyacente al lago de Sanabria, sino otros muchos rincones de la comarca. Aunque yo no dispuse del tiempo y la experiencia para explorarlos, sí puedo ofrecer una pequeña muestra de las vistas de aquella región, cerca de la localidad de Vega del Castillo (53). Hice un pequeño recorrido hasta un lugar llamdo Punta la Bouza (54), y algunas montañas cercanas (55), lo suficiente para darme cuenta de lo atractivo que puede resultar para quien tenga tiempo y ganas de andar por aquellos bosques repletos de todo tipo de animales, entre los cuales, según dicen, se encuentra también el lobo.

Una curiosidad que me llamó la atención fue la que puede verse en esta foto. En varios lugares de la región he visto estos utensilios a modo de adorno, bien como mesa, bien como soporte de la barra de un bar... Para quienes no lo sepan, se trata de un antiguo trillo, una herramienta para separar el trigo de la paja. Como ya no se usan estos utensilios, pero tienen esa belleza de las herramientas antiguas, se le da uso como adorno, y la verdad es que queda bastante bien.

Más tarde me dirigí al Sur, hacia la capital de la provincia, Zamora (56), ciudad llena de iglesias y vacía de bares, que ofrece una imagen más bien oscurantista y profundamente cristiana, pues sus escasos monumentos son casi todos de corte cristiano y a menudo dan más mal rollo que otra cosa (57, 58). Como curiosidad, en esa ciudad se encuentra una casa a la que llaman la casa del Cid (59), puesto que el Cid vivió un tiempo en Zamora, donde fue armando caballero. Se supone que vivió en esa casa.

Pero unos pocos kilómetros más al Sur encontramos uno de los contrastes más curiosos del recorrido. Si en Zamora todo inspiraba recogimiento espiritual, oscurantismo y religiosidad medieval, en Salamanca nos vemos de pronto rodeados de cultura y luz. Las plazas, las calles o las estatuas, en lugar de dedicadas a mártires o a motivos propios del católicismo más rancio, guardan la memoria de Unamuno (60), Góngora (61) o Fray Luis de León (62), entre otros. También son numerosas las referencias a Cristóbal Colón. La ciudad, famosa por su universidad (63), que aún hoy es importante y atrae a numerosos estudiantes, se muestra viva e interesante al visitante en todos sus rincones. En su hermosa plaza mayor (64), las columnas están dedicadas no sólo a los diversos reyes de España, sino a importantes intelectuales y generales, tanto españoles (Cervantes, Hernán Cortés, Santa Teresa,...) como extranjeros (Lord Wellington, por ejemplo). Incluso hay dos columnas abstractas, una dedicada a la Primer República y otra a la Segunda República. Nótese la diferencia entre la dedicatoria que hay en la plaza Zocodover de Toledo y ésta. Incluso, fuera de la plaza, junto a una de sus entradas, hay un monumento, no al rey en cuyo reinado se levantó o a cierta batalla en cuyo honor se construyó, sino al arquitecto Alberto de Churriguera, que la diseñó, junto a su promotor, el Conde de Francos (65). Tan grande es la admiración que en toda la ciudad se ve por el intelecto y el verdadero mérito. Y esto es algo realmente loable, porque por ejemplo, en Cataluña no tenemos, que yo sepa, ni un solo monumento a Gaudí o, si existe, no es conocido ni visitado, mientras que aquí a los creadores de la plaza se les honró al lado mismo de su obra.

Aparte de los monumentos más llamativos, existen numerosos rincones interesantes (66, 67, 68), entre ellos la "casa de las conchas" (69), en la que se encuentra la biblioteca de la Universidad, y desde la que se ven las torres de ésta (70). Por supuesto, hay también iglesias y conventos (71) y destaca especialmente su bellísima catedral (72, 73, 74), pero incluso en estos lugares encontramos un cristianismo menos agobiante que el de otros sitios. Ninguna otra ciudad por las que he pasado en este viaje me ha parecido tan agradable ni me ha invitado tanto a quedarme como esta, aunque no he podido hacerlo por falta de tiempo.

Vía de la Plata: En Extremadura

El viaje continúa por la Vía de la Plata, y se adentra en Extremadura. Lo primero que encontramos son las montañas de Cáceres, que ofrecen un bonito paisaje natural que yo, desgraciadamente, no tuve tiempo de explorar. Entre esas montañas se halla la pintoresca localidad de Hervás (1). En ella se conserva aún un antiguo barrio judío, que se ha convertido en importante reclamo turístico. Las calles de este barrio ofrecen una imagen singular (2) y existe una aplia oferta de alojamientos y restauración, lo que demuestra lo vivo que está este pueblo, sin duda en gran parte gracias a los turistas, que acuden a verlo a él y también a practicar excursiones por las montañas cercanas.

Un poco más al Sur se encuentra un casi desconocido pero interesante pueblo: Granadilla (3). El pueblo tiene una muralla bastante bien conservada (4, 5) y sobre todo una hermosa torre (6, 7), que es el principal atractivo de los visitantes. Está algo apartado de la carretera y se sitúa junto a un embalse que ofrece unas bonitas vistas (8, 9). Esta localidad quedó desierta años atrás al expropiarse por la construcción del embalse, pero más tarde, algunas instituciones, animadas por el interés de conservar un pueblecito tan singular, se movieron para que se recuperase, y se ha ido repoblando en parte gracias a programas universitarios en los que los propios estudiantes rehabilitan el pueblo. Estos nuevos habitantes son un rayo de esperanza de esta localidad, como el rayo que yo mismo capturé dentro de su torre (10), mientras ascendía por ella para fotografiar las vistas que pueden obtenerse desde su cima. Desde allí se puede apreciar cómo algunas casas están rehabilitadas, mientras otras siguen en ruinas (11).

Dejamos atrás Granadilla y seguimos rumbo a Augusta Emerita, la capital de Lusitania, pero antes de llegar a ella, existió en la antigüedad otra localidad importante, ahora reducida a unas pocas piedras: Cáparra. Apenas es posible adivinar aún cómo era la puerta principal de las murallas (12), las termas (13) o su arco de cuatro columnas (14), pues al caer el Imperio Romano entró en decadencia y fue quedando deshabitada, sobre todo cuando en la Edad Media, Alfonso VIII de Castilla fundó Plasencia (15), que pasó a ser el núcleo urbano principal de la región.

Plasencia es hoy una ciudad algo deteriorada, pero que conserva aún signos de su antigua grandeza. Destacan su catedral (16, 17, 18), un acueducto (19, 20) y sobre todo sus casi intactas murallas (21, 22, 23), sin duda de las mejor conservadas de España. La catedral es curiosa porque en realidad está formada por dos partes, cada una construida en una época diferente, y perfectamente distinguibles. Por eso en Plasencia se habla de la "catedral nueva" y de la "catedral vieja", puesto que en realidad son dos catedrales en una.

La ciudad también tiene un bonito parque llamado el Parque de los Pinos, en el que se puede pasear mientras se contemplan diversas especies de aves (especialmente pavos) y plantas. No está nada mal. Por lo menos proporciona un agradable y sombrío lugar para pasear durante los días soleados. (24, 25, 26)

Más al Sur encontramos la capital de la provincia, Cáceres. La ciudad ya tenía importancia en época romana, pero apenas se conserva de aquella época otra cosa que una réplica de la estatua de Ceres (27), que adorna la Plaza Mayor los restos de un arco (28, 29). Existieron otros arcos de las antiguas murallas romanas, pero un tal Joaquín Muñoz Chaves tuvo la idea de tirarlos, tanto el de la puerta Norte como el de la Puerta Sur, diciendo que afeaban la ciudad y que no tenían interés. Por ello existen sendos carteles que recuerdan esta acción en lo que queda de ambos arcos (30), porque de la misma manera que hay que recordar los aciertos, tampoco hay que dejar en el olvido los errores, para que no vuelvan a repetirse.

Desde la Plaza Mayor puede admirarse la mejor vista del conjunto arquitectónico (31), del que destaca la Torre de Bujaco (32) y también otras torres de las murallas moras (33). Más hacia el interior del recinto se halla la Casa de las Veletas (34), que alberga un museo y donde también puede observarse, en su sótano, una alcazaba (35), es decir, el pozo de agua que tenían las edificaciones en su interior.

Y por cierto, vale la pena bajar también por la cercana Cuesta del Marqués para ver una pequeña muestra de lo que era una casa mora, pues hay una preparada a modo de museo, y en la que se puede observar cómo eran la sala de danza, el patio, la cocina, el harén, etc. (36, 37)

Fuera de las murallas encontramos la impresionante iglesia de Santiago (38, 39) y el palacio de Francisco de Godoy (40), uno de los capitanes que acompañaron a Pizarro y que realizó campañas en lo que hoy es Chile, al cual también se dedica una calle (41). No debe confundirse con Manuel de Godoy, el político que dirigio la España de Carlos IV.

Un detalle curioso de la ciudad es que al llegar las horas de más calor (a partir de la una del mediodía), apenas se ven lugareños por las calles. Los turistas, en cambio, deambulan igualmente por ellas, cámara en mano, inmunes a las inclemencias del tiempo. Incluso siguen posando junto a cualquier rincón, fuente o estatua, poniendo buena cara a cuarenta grados y un sol que te quema la piel. Si ya son numerosos en el barrio antiguo a todas horas del día, en las de la siesta aún se hacen más visibles, pues sólo ellos patrullan las calles. Ciertamente, una raza diferente.

En general se trata de una ciudad agradable al viajero y con bastante oferta de restauración cerca de la zona histórica, si bien en algunos rincones aún quedan restos del mal rollo cristiano (42). Creo que es una ciudad que mantiene un casco antiguo muy bonito con numerosos rincones llenos de encanto (43, 44, 45) , repleto de iglesias (46) y casas señoriales (47), de un estilo que recuerda bastante el de Toledo, mezcla de culturas, de religiosidad y de nobleza (48, 49).

La ruta de la plata continuaba más al sur y llegaba a su parada más importante, Augusta Emerita, hoy Mérida. Es el final de nuestro viaje, y también el conjunto de ruinas romanas más importante. Pero no sólo fue una ciudad romana, sino que también conserva restos de los árabes, sobre todo la Alcazaba (50, 51), un recinto amurallado en el que, a través de una puerta (52, 53) podemos acceder a unos túneles (54, 55) que nos llevan hasta un pozo de agua, en el que apenas se ve penetrar la luz del Sol a través de una tapadera superior (56); de este modo sus moradores podían refrescarse gracias a él, durante los duros días veraniegos de Extremadura. La verdad es que el pozo es realmente curioso de ver, con un par de pasadizos muy a lo Indiana Jones, y en seguida se da uno cuenta de su utilidad cuando visita las ruinas un día de agosto a la una del mediodía, como tuve que hacer yo por el escaso tiempo del que disponía.

Respecto a los romanos, destaca sobre todas las cosas su impresionante teatro (57, 58), desconocido antes del siglo XX, pero que las excavaciones posteriores han sacado a la luz en un estado de conservación bastante aceptable, que incluso ha permitido que recientemente vuelva a ser usado para representar obras clásicas. Aquí (59) vemos el centro del escenario, presidido por una estatua de la diosa Ceres, si no me equivoco.

También impresionantes por su tamaño y la imagen que nos dan del antiguo Imperio Romano son el anfiteatro (60) y el circo (61) de la ciudad. De este último apenas se conservan una parte de los graderíos y del centro, pero su misma extensión y los restos que aún sobreviven nos permiten hacernos una buena idea de su grandiosidad. Junto al circo se mantienen algunos restos de uno de los acueductos (62). Por falta de tiempo no pude recorrer toda la antigua urbe, en la que también había otro acueducto y un puente.

Para completar la imagen que nos ofrecen todas estas cosas, vale la pena pasarse por el museo romano de la ciudad, donde se exponen numerosos restos que nos ayudan a hacernos una idea de la imagen real de estas cosas. Por ejemplo, nuestra imagen del anfiteatro sería pobre sin contemplar las pinturas que simbolizan luchas de gladiadores y que lo adornaban, e igualmente el circo con las imágenes de las carreras, etc.

Más modesto pero no menos interesante es contemplar los restos de las viviendas romanas. Algunas más modestas, como las que había cerca del anfiteatro (63) y otras más pomposas, como la curiosa casa de un tal Mitreo, que sin duda debió ser muy rico, porque no todo el mundo tiene un salón (64), un patio con estanque (65), un dormitorio (66) y otras habitaciones (67) como las de su casita. Por cierto, que en alguna de las salas es posible ver adornos con figura de cruz esvástica (68), y esto no es raro en los romanos, como puede verse en mosaicos del museo de la ciudad (69). Una muestra más de que esta figura no siempre ha tenido el significado que se injustamente se le da en nuestros días.

Por último, vale la pena ver también los restos del principal templo de la ciudad, que suele conocerse como "Templo de Diana" (70), aunque por lo visto se ha descubierto recientemente que no estaba consagrado a tal diosa; probablemente era un templo en honor del divino Augusto, en cuyo reinado se fundó la ciudad.

En definitiva, Mérida ofrece una importante muestra de lo que fueron los romanos, y ésta resulta aún más impresionante si pensamos que todas estas construcciones se realizaron tan lejos de la propia Roma, en medio de la Península, lo que nos da una idea de lo grandes que fueron los romanos. Y no sólo impresiona lo enorme o cuidado de sus construcciones, sino que cuando uno ve aún en el museo las estatuas que antiguamente adornaban el foro de la ciudad (71), siente como un haz de luz y cultura frente a la cerrazón y el oscurantismo que inspiran otras figuras más recientes que antes he mostrado.