Dejamos atrás Toledo para adentrarnos aún más si cabe en la España profunda, tan profunda que hasta los toros cagan sangría (1). Comenzamos la andadura al Norte, en el antiguo reino de León, donde se encuentra Astorga. Fue creada en tiempos de los romanos por Augusto, que mandó convertir en ciudad lo que hasta entonces sólo era un campamento de la décima legión. Se llamó Augusta Astúrica, y era el comienzo de la vía de la Plata, que llegaba hasta Augusta Emerita (Mérida). Existe un museo romano en la ciudad, donde pueden contemplarse los hallazgos de aquella época.
Tras la caída del Imperio Romano, siguió siendo un importante núcleo urbano hasta nuestros días. Su mayor atractivo es sin duda el llamado Palacio de Gaudí (2), que en realidad era la residencia episcopal, pero que ha acabado llamándose así en honor a su famoso arquitecto, Antonio Gaudí. Lo exótico de encontrar una obra del modernismo catalán en estas tierras se debe a que el obispo de Astorga era entonces también catalán, y encargó a su paisano la obra, con muy buen criterio, pienso yo, porque de este modo entregó a la ciudad un monumento que la hace única en toda esta zona de España. Su aspecto de castillo de cuento de hadas (3) y su buen estado de conservación (pues se trata de una obra reciente en comparación con los castillos y catedrales medievales) impresionan a todos los que visitamos Astorga. Aquí (4, 5, 6, 7, 8, 9) pueden verse algunas fotos más de esta obra.
A su lado se encuentra la catedral (10), con un estilo mucho más clásico (11, 12, 13). La combinación de ambos edificios se ha convertido en la imagen más típica de la ciudad, y la verdad es que uno no desentona con el otro, sino que la combinación de ambos resulta única e interesante, especialmente con la iluminación nocturna, aunque yo no tuve ocasión de quedarme allí de noche para comprobarlo.
Como último edificio curioso está la fachada del ayuntamiento (14), en la que hay una pareja de muñecos ataviados con las ropas regionales y armado cada uno con una maza, que se encargan de tocar las campanadas a cada cambio de hora.
Como estas construcciones atraen mucho turismo, hay una amplia oferta hotelera y de restauración, en la que lo más típico es degustar el cocido maragato. Consiste en comer los componentes del cocido consecutivamente, primero la carne (15), luego los garbanzos con la verdura (16) y finalmente la sopa (17). Eso sí, hay que tener realmente mucha hambre para poder acabar con todo.
Muy cerca de Astorga se encuentra una pintoresca localidad: Castrillo de los Polvazares (18). Por lo visto alguien ha tenido la interesante idea de hacer que el pueblo conserve el aspecto que antiguamente ofrecían las poblaciones de la región, con sus construcciones de piedra de color anaranjado. Esto ha conseguido que regularmente sea visitado por turistas y que, pese a ser tan pequeño, haya en él varios sitios donde comer y alojarse. La verdad es que, pese a lo artificioso de mantener aún un estilo de construcción desfasado, es de agradecer que al menos algún pequeño pueblo como este sirva de testimonio de lo que fue el pasado de la región; y además, resulta bonito de ver (19, 20, 21, 22, 23).
Ya en la provincia de Zamora, el paisaje cambia radicalmente, y las típicas llanuras castellanas dejan paso a montañas, bosques, ríos e incluso un bonito lago, el lago de Sanabria (24). Este lago supone un importante foco turístico, no solo por su propia belleza y la del entorno que lo envuelve, sino porque en él hay también dos pequeñas playas de arena, y ya sabemos todos que los turistas acuden a las playas de arena como las moscas a la miel (25). También en un extremo del lago, donde se encuentra el antiguo pueblo de Ribadelago, es posible ver a algunos de ellos haciéndose fotos al lado del monumento a las víctimas de la inundación de 1959 (26), en ocasiones incluso posando alegremente junto a la estatua de diversas maneras, demostrando así que no conocen lo que es el respeto, ni siquiera con los muertos.
En las montañas situadas en la parte Norte del lago se halla un pueblecito llamado San Martín de Castañeda, desde el cual es posible contemplarlo en su totalidad, e incluso se tienen mejores vistas del entorno un poco más arriba (28).
En cualquier caso, todo el entorno es digno de hacer una visita, tanto en la ribera del propio lago (29, 30, 31, 32) como en su lado Oeste, en el que se sitúa el parque natural de Sanabria (33), por el que fluye el río Tera. Este mismo río atraviesa (34), un poco más adelante, la localidad de Puebla de Sanabria (35, 36, 37), que alberga también un antiguo castillo (38) que puede visitarse y, aunque modesto, resulta bonito y está bien conservado. Como la oficina de turismo ha adornado su interior con armaduras, figuras de piedra, etc., muchos turistas aprovechan, una vez más, para posar y hacerse fotos con todas estas cosas (39). Ya por las calles de la villa vi a otros que, al lado de un arco de cartón-piedra que había sido colocado en medio de una calle para dar un aspecto más medieval a la localidad durante los días de fiesta, se burlaban de que era de pega pero, sin embargo, se hicieron la foto junto al arco igualmente (40). Tan impulsivo es para algunos lo de ejercer de turista chusquero que no tienen criterio, porque de nada entienden, nada respetan y nada les importa de verdad, sino que ya todo les da igual.
Aprovechando este pasado medieval, la localidad recrea anualmente aquel ambiente, con un mercado (41, 42, 43, 44) y diversos espectáculos relacionados, que atraen bastante turismo. La ciudad se engalana esos días para dar aún una imagen más auténticamente medieval (45, 46, 47, 48, 49, 50, 51, 52). Se trata de un mercado muy modesto, pues la propia población es muy pequeña, pero el entorno en que se celebra es tan adecuado que acaba teniendo su encanto. Además, aunque algunos de los espectáculos de la fiesta fuesen poco impresionantes, sí pude ver una exposición de cetrería que realmente era bonita para quienes no estamos acostumbrados a ver estas aves (c1, c2, c3).
Entre las montañas de toda esta comarca hay amplias zonas ideales para la caza y el senderismo. No sólo la zona adyacente al lago de Sanabria, sino otros muchos rincones de la comarca. Aunque yo no dispuse del tiempo y la experiencia para explorarlos, sí puedo ofrecer una pequeña muestra de las vistas de aquella región, cerca de la localidad de Vega del Castillo (53). Hice un pequeño recorrido hasta un lugar llamdo Punta la Bouza (54), y algunas montañas cercanas (55), lo suficiente para darme cuenta de lo atractivo que puede resultar para quien tenga tiempo y ganas de andar por aquellos bosques repletos de todo tipo de animales, entre los cuales, según dicen, se encuentra también el lobo.
Una curiosidad que me llamó la atención fue la que puede verse en esta foto. En varios lugares de la región he visto estos utensilios a modo de adorno, bien como mesa, bien como soporte de la barra de un bar... Para quienes no lo sepan, se trata de un antiguo trillo, una herramienta para separar el trigo de la paja. Como ya no se usan estos utensilios, pero tienen esa belleza de las herramientas antiguas, se le da uso como adorno, y la verdad es que queda bastante bien.
Más tarde me dirigí al Sur, hacia la capital de la provincia, Zamora (56), ciudad llena de iglesias y vacía de bares, que ofrece una imagen más bien oscurantista y profundamente cristiana, pues sus escasos monumentos son casi todos de corte cristiano y a menudo dan más mal rollo que otra cosa (57, 58). Como curiosidad, en esa ciudad se encuentra una casa a la que llaman la casa del Cid (59), puesto que el Cid vivió un tiempo en Zamora, donde fue armando caballero. Se supone que vivió en esa casa.
Pero unos pocos kilómetros más al Sur encontramos uno de los contrastes más curiosos del recorrido. Si en Zamora todo inspiraba recogimiento espiritual, oscurantismo y religiosidad medieval, en Salamanca nos vemos de pronto rodeados de cultura y luz. Las plazas, las calles o las estatuas, en lugar de dedicadas a mártires o a motivos propios del católicismo más rancio, guardan la memoria de Unamuno (60), Góngora (61) o Fray Luis de León (62), entre otros. También son numerosas las referencias a Cristóbal Colón. La ciudad, famosa por su universidad (63), que aún hoy es importante y atrae a numerosos estudiantes, se muestra viva e interesante al visitante en todos sus rincones. En su hermosa plaza mayor (64), las columnas están dedicadas no sólo a los diversos reyes de España, sino a importantes intelectuales y generales, tanto españoles (Cervantes, Hernán Cortés, Santa Teresa,...) como extranjeros (Lord Wellington, por ejemplo). Incluso hay dos columnas abstractas, una dedicada a la Primer República y otra a la Segunda República. Nótese la diferencia entre la dedicatoria que hay en la plaza Zocodover de Toledo y ésta. Incluso, fuera de la plaza, junto a una de sus entradas, hay un monumento, no al rey en cuyo reinado se levantó o a cierta batalla en cuyo honor se construyó, sino al arquitecto Alberto de Churriguera, que la diseñó, junto a su promotor, el Conde de Francos (65). Tan grande es la admiración que en toda la ciudad se ve por el intelecto y el verdadero mérito. Y esto es algo realmente loable, porque por ejemplo, en Cataluña no tenemos, que yo sepa, ni un solo monumento a Gaudí o, si existe, no es conocido ni visitado, mientras que aquí a los creadores de la plaza se les honró al lado mismo de su obra.
Aparte de los monumentos más llamativos, existen numerosos rincones interesantes (66, 67, 68), entre ellos la "casa de las conchas" (69), en la que se encuentra la biblioteca de la Universidad, y desde la que se ven las torres de ésta (70). Por supuesto, hay también iglesias y conventos (71) y destaca especialmente su bellísima catedral (72, 73, 74), pero incluso en estos lugares encontramos un cristianismo menos agobiante que el de otros sitios. Ninguna otra ciudad por las que he pasado en este viaje me ha parecido tan agradable ni me ha invitado tanto a quedarme como esta, aunque no he podido hacerlo por falta de tiempo.
Tras la caída del Imperio Romano, siguió siendo un importante núcleo urbano hasta nuestros días. Su mayor atractivo es sin duda el llamado Palacio de Gaudí (2), que en realidad era la residencia episcopal, pero que ha acabado llamándose así en honor a su famoso arquitecto, Antonio Gaudí. Lo exótico de encontrar una obra del modernismo catalán en estas tierras se debe a que el obispo de Astorga era entonces también catalán, y encargó a su paisano la obra, con muy buen criterio, pienso yo, porque de este modo entregó a la ciudad un monumento que la hace única en toda esta zona de España. Su aspecto de castillo de cuento de hadas (3) y su buen estado de conservación (pues se trata de una obra reciente en comparación con los castillos y catedrales medievales) impresionan a todos los que visitamos Astorga. Aquí (4, 5, 6, 7, 8, 9) pueden verse algunas fotos más de esta obra.
A su lado se encuentra la catedral (10), con un estilo mucho más clásico (11, 12, 13). La combinación de ambos edificios se ha convertido en la imagen más típica de la ciudad, y la verdad es que uno no desentona con el otro, sino que la combinación de ambos resulta única e interesante, especialmente con la iluminación nocturna, aunque yo no tuve ocasión de quedarme allí de noche para comprobarlo.
Como último edificio curioso está la fachada del ayuntamiento (14), en la que hay una pareja de muñecos ataviados con las ropas regionales y armado cada uno con una maza, que se encargan de tocar las campanadas a cada cambio de hora.
Como estas construcciones atraen mucho turismo, hay una amplia oferta hotelera y de restauración, en la que lo más típico es degustar el cocido maragato. Consiste en comer los componentes del cocido consecutivamente, primero la carne (15), luego los garbanzos con la verdura (16) y finalmente la sopa (17). Eso sí, hay que tener realmente mucha hambre para poder acabar con todo.
Muy cerca de Astorga se encuentra una pintoresca localidad: Castrillo de los Polvazares (18). Por lo visto alguien ha tenido la interesante idea de hacer que el pueblo conserve el aspecto que antiguamente ofrecían las poblaciones de la región, con sus construcciones de piedra de color anaranjado. Esto ha conseguido que regularmente sea visitado por turistas y que, pese a ser tan pequeño, haya en él varios sitios donde comer y alojarse. La verdad es que, pese a lo artificioso de mantener aún un estilo de construcción desfasado, es de agradecer que al menos algún pequeño pueblo como este sirva de testimonio de lo que fue el pasado de la región; y además, resulta bonito de ver (19, 20, 21, 22, 23).
Ya en la provincia de Zamora, el paisaje cambia radicalmente, y las típicas llanuras castellanas dejan paso a montañas, bosques, ríos e incluso un bonito lago, el lago de Sanabria (24). Este lago supone un importante foco turístico, no solo por su propia belleza y la del entorno que lo envuelve, sino porque en él hay también dos pequeñas playas de arena, y ya sabemos todos que los turistas acuden a las playas de arena como las moscas a la miel (25). También en un extremo del lago, donde se encuentra el antiguo pueblo de Ribadelago, es posible ver a algunos de ellos haciéndose fotos al lado del monumento a las víctimas de la inundación de 1959 (26), en ocasiones incluso posando alegremente junto a la estatua de diversas maneras, demostrando así que no conocen lo que es el respeto, ni siquiera con los muertos.
En las montañas situadas en la parte Norte del lago se halla un pueblecito llamado San Martín de Castañeda, desde el cual es posible contemplarlo en su totalidad, e incluso se tienen mejores vistas del entorno un poco más arriba (28).
En cualquier caso, todo el entorno es digno de hacer una visita, tanto en la ribera del propio lago (29, 30, 31, 32) como en su lado Oeste, en el que se sitúa el parque natural de Sanabria (33), por el que fluye el río Tera. Este mismo río atraviesa (34), un poco más adelante, la localidad de Puebla de Sanabria (35, 36, 37), que alberga también un antiguo castillo (38) que puede visitarse y, aunque modesto, resulta bonito y está bien conservado. Como la oficina de turismo ha adornado su interior con armaduras, figuras de piedra, etc., muchos turistas aprovechan, una vez más, para posar y hacerse fotos con todas estas cosas (39). Ya por las calles de la villa vi a otros que, al lado de un arco de cartón-piedra que había sido colocado en medio de una calle para dar un aspecto más medieval a la localidad durante los días de fiesta, se burlaban de que era de pega pero, sin embargo, se hicieron la foto junto al arco igualmente (40). Tan impulsivo es para algunos lo de ejercer de turista chusquero que no tienen criterio, porque de nada entienden, nada respetan y nada les importa de verdad, sino que ya todo les da igual.
Aprovechando este pasado medieval, la localidad recrea anualmente aquel ambiente, con un mercado (41, 42, 43, 44) y diversos espectáculos relacionados, que atraen bastante turismo. La ciudad se engalana esos días para dar aún una imagen más auténticamente medieval (45, 46, 47, 48, 49, 50, 51, 52). Se trata de un mercado muy modesto, pues la propia población es muy pequeña, pero el entorno en que se celebra es tan adecuado que acaba teniendo su encanto. Además, aunque algunos de los espectáculos de la fiesta fuesen poco impresionantes, sí pude ver una exposición de cetrería que realmente era bonita para quienes no estamos acostumbrados a ver estas aves (c1, c2, c3).
Entre las montañas de toda esta comarca hay amplias zonas ideales para la caza y el senderismo. No sólo la zona adyacente al lago de Sanabria, sino otros muchos rincones de la comarca. Aunque yo no dispuse del tiempo y la experiencia para explorarlos, sí puedo ofrecer una pequeña muestra de las vistas de aquella región, cerca de la localidad de Vega del Castillo (53). Hice un pequeño recorrido hasta un lugar llamdo Punta la Bouza (54), y algunas montañas cercanas (55), lo suficiente para darme cuenta de lo atractivo que puede resultar para quien tenga tiempo y ganas de andar por aquellos bosques repletos de todo tipo de animales, entre los cuales, según dicen, se encuentra también el lobo.
Una curiosidad que me llamó la atención fue la que puede verse en esta foto. En varios lugares de la región he visto estos utensilios a modo de adorno, bien como mesa, bien como soporte de la barra de un bar... Para quienes no lo sepan, se trata de un antiguo trillo, una herramienta para separar el trigo de la paja. Como ya no se usan estos utensilios, pero tienen esa belleza de las herramientas antiguas, se le da uso como adorno, y la verdad es que queda bastante bien.
Más tarde me dirigí al Sur, hacia la capital de la provincia, Zamora (56), ciudad llena de iglesias y vacía de bares, que ofrece una imagen más bien oscurantista y profundamente cristiana, pues sus escasos monumentos son casi todos de corte cristiano y a menudo dan más mal rollo que otra cosa (57, 58). Como curiosidad, en esa ciudad se encuentra una casa a la que llaman la casa del Cid (59), puesto que el Cid vivió un tiempo en Zamora, donde fue armando caballero. Se supone que vivió en esa casa.
Pero unos pocos kilómetros más al Sur encontramos uno de los contrastes más curiosos del recorrido. Si en Zamora todo inspiraba recogimiento espiritual, oscurantismo y religiosidad medieval, en Salamanca nos vemos de pronto rodeados de cultura y luz. Las plazas, las calles o las estatuas, en lugar de dedicadas a mártires o a motivos propios del católicismo más rancio, guardan la memoria de Unamuno (60), Góngora (61) o Fray Luis de León (62), entre otros. También son numerosas las referencias a Cristóbal Colón. La ciudad, famosa por su universidad (63), que aún hoy es importante y atrae a numerosos estudiantes, se muestra viva e interesante al visitante en todos sus rincones. En su hermosa plaza mayor (64), las columnas están dedicadas no sólo a los diversos reyes de España, sino a importantes intelectuales y generales, tanto españoles (Cervantes, Hernán Cortés, Santa Teresa,...) como extranjeros (Lord Wellington, por ejemplo). Incluso hay dos columnas abstractas, una dedicada a la Primer República y otra a la Segunda República. Nótese la diferencia entre la dedicatoria que hay en la plaza Zocodover de Toledo y ésta. Incluso, fuera de la plaza, junto a una de sus entradas, hay un monumento, no al rey en cuyo reinado se levantó o a cierta batalla en cuyo honor se construyó, sino al arquitecto Alberto de Churriguera, que la diseñó, junto a su promotor, el Conde de Francos (65). Tan grande es la admiración que en toda la ciudad se ve por el intelecto y el verdadero mérito. Y esto es algo realmente loable, porque por ejemplo, en Cataluña no tenemos, que yo sepa, ni un solo monumento a Gaudí o, si existe, no es conocido ni visitado, mientras que aquí a los creadores de la plaza se les honró al lado mismo de su obra.
Aparte de los monumentos más llamativos, existen numerosos rincones interesantes (66, 67, 68), entre ellos la "casa de las conchas" (69), en la que se encuentra la biblioteca de la Universidad, y desde la que se ven las torres de ésta (70). Por supuesto, hay también iglesias y conventos (71) y destaca especialmente su bellísima catedral (72, 73, 74), pero incluso en estos lugares encontramos un cristianismo menos agobiante que el de otros sitios. Ninguna otra ciudad por las que he pasado en este viaje me ha parecido tan agradable ni me ha invitado tanto a quedarme como esta, aunque no he podido hacerlo por falta de tiempo.
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