Uno no puede ir a Berlín sin visitar, aunque sea de pasada y por curiosidad, los sectores más representativos de la antigua capital de la RDA. Lejos de ser un estorbo, estos símbolos le dan a Berlín un toque diferente y una variedad que no tenemos en las ciudades que nunca han vivido dentro del sector comunista.
Voy a comenzar el recorrido por el ayuntamiento rojo, que ya he mostrado antes, junto al que se encuentra el monumento a Marx y Engels (59). Justo un poco más al Sur se encuentra el barrio más antiguo de Berlín, lo que fue el embrión de la ciudad, cuando aún no era una gran capital. Son sólo unas pocas calles, llenas de tiendas y de restaurantes para turistas, pero encuentro que está bastante bien (60,61,62,63,64). Entre ellas podemos encontrar una de las muchas fuentes que hay por Berlín para extraer agua del subsuelo (65), aunque en este caso está algo más adornada que la mayoría. También hay una curiosa fuente con el oso (66), cómo no, e incluso algún grabado con la forma del típico Brezeln, que venden en las panaderías (67).
Desde esta zona de la ciudad hay otro puente que nos une con la parte Sur de la isla de los museos, y desde él podemos ver la Catedral (68).
Nos dirigimos entonces hacia el Sudeste y, tras una pequeña caminata, llegamos al trozo mejor conservado del muro, en el que se ven las pintadas que diversos artistas realizan sobre él (69). Por lo que tengo entendido, estos dibujos se renuevan periódicamente con nuevas obras, por lo que, salvo algún caso particular, no son los que originalmente había pintados en tiempos de la reunificación.
Al final del recorrido hay incluso una tienda de souvenirs en el propio muro (70). También puede apreciarse, en el lado del río, cómo el muro era doble (71). En efecto, no era una sola pared, sino que en realidad eran dos muros, separados por unos pocos metros, de manera que conseguir escapar era tan fácil.
Los graffitis de Berlín Oriental no se limitan al muro, sino que también es posible verlos en bastantes casas, como ocurre con este característico dibujo que dice "Berlín es pobre, pero sexy" (72).
En este punto se contempla ya el curioso puente Oberbaum (73) con su característico color rojizo y un estilo industrial que al menos a mí me gustó bastante. Al otro lado hay un barrio bastante animado, y si seguimos andando hacia el Sudeste, cruzamos unos canales junto a los que hay terrazas donde tomar algo (74). Pero mi objetivo era llegar al Treptoverpark, mucho más abajo, así que seguí caminando durante mucho rato por un barrio más tranquilo y residencial (75), hasta que por fin conseguí llegar al parque (76). Es enorme, y aún es necesario recorrerlo durante un buen trozo para alcanzar una de las entradas (77) de mi objetivo final: el monumento a los muertos soviéticos de la Segunda Guerra Mundial.
Este enorme monumento consiste en un enorme paso con la estatuas de dos soldados soviéticos (78,79,80), seguida de una enorme avenida (81) que culmina en una gran estatua de bronce que representa al héroe soviético protegiendo a la población civil (82). La avenida esta flanqueada por enormes grabados en piedra que representan diferentes fases de la guerra (83,84). En el interior del pie de la estatua hay una especie de capilla adornada al estilo comunista (85). Desde allá es posible contemplar la inmensidad del monumento (86), y si volvemos sobre nuestros pasos y llegamos hasta el final, podemos contemplar una modesta estatua que representa a la madre Rusia llorando por sus hijos (87).
Si continuásemos hacia el Este, más allá del parque, llegaríamos al pueblo de Köpenick, donde multitud de embarcaciones surcan los dos ríos que allí confluyen, y de la que destacan el ayuntamiento (88) y un pequeño palacio ocasionalmente utilizado por los antiguos reyes de Prusia (89). En lugar de eso, vamos a volver hacia el Norte y cruzar el río, desde el que aún es posible obtener una bonita vista del Oberbaum (90), mientras en la otra ribera podemos contemplar más fragmentos de muro pintados, y edificios que nos recuerdan a la decadente RDA (91). En general, los barrios de esta zona tienen ese toque comunista, que por un lado es triste, pero por otro resulta pintoresco, y de ahí que se haya convertido en la típica zona "de marcha" de la ciudad, un sitio que mucha gente prefiere a las zonas caras y pijas del centro, los modernos locales de la Potsdamerplatz y las lujosas tiendas de la Friedrichstrasse.
Aquí tan pronto te encuentras una torre vieja (92) (si me equivoco, un antiguo depósito de agua), como un cine rodeado de pintadas y carteles pegados por las paredes (93). Tampoco podía faltar algún local que ofrece tapas, a la española (94), y como es típico de mí, no pude dejar de recoger el testimonio de ello.
En realidad, uno no necesita recurrir aquí a la comida española o italiana. La verdad es que se puede comer y beber decentemente, por unos precios muy asequibles. Como siempre, depende de hasta dónde queramos llegar, pero si simplemente queremos llenar el estómago con algo aceptable, podemos hacerlo igual que en España. La opción barata más típica, dejando aparte los numerosísimos kebabs, es el currywurst. No es más que una típica salchicha alemana acompañada con las mismas salsas de siempre, pero con un toque de curry. Hay muchos locales que la ofrecen, e incluso en algunos lugares céntricos de la ciudad hay vendedores ambulantes que van con su bandeja repartiéndolas por la calle (95).
En cuanto a la cerveza, por supuesto las tienen de todos los tipos, y uno se hace un lío con tanta marca. La típica de Berlín es una cerveza a la que le añaden sabores afrutados que le dan un toque dulzón. La hay de color rojo y de color verde, y se llama Berliner Weisse (96). Personalmente no me gusta nada; creo que es algo que está bien para quien no le guste realmente la cerveza.
Bastente más al norte del paso por el río, llegamos a la impresionante Karl-Marx-Allee (97), la avenida de Karl Marx. Se trata de una enorme (pero enorme, ¿eh?) avenida hecha por los comunistas para alojar a los funcionarios del estado. Tiene un estilo arquitectónico algo feo y está bastante deteriorada, pero sus dimensiones le dan un toque especial. Su punto culminante es la también enorme Frankfurter Tor, que no es más que un paso de la avenida flanqueado por dos descomunales edificios (98).
Ya para finalizar el recorrido por la parte oriental, vale la pena mencionar también el teatro del pueblo (Volksbüne), que se encuentra en la plaza Rosa de Luxemburgo (98b)
Desgraciadamente, no se puede tener todo, y en esta ocasión me faltó tiempo para conocer la vida nocturna de Berlín, tan famosa internacionalmente. Básicamente se redujo a tomar algo en un bar gótico, el Last Profecy, adornado con todo tipo de detalles fúnebres, y cuya escalera para descender a la planta baja está adornada también por un curioso elemento (99). Hubiera querido visitar el Halford, un bar rockero dedicado al cantante de los Judas Priest, pero lamentablemente estaba cerrado (100). Otra vez será.
Voy a comenzar el recorrido por el ayuntamiento rojo, que ya he mostrado antes, junto al que se encuentra el monumento a Marx y Engels (59). Justo un poco más al Sur se encuentra el barrio más antiguo de Berlín, lo que fue el embrión de la ciudad, cuando aún no era una gran capital. Son sólo unas pocas calles, llenas de tiendas y de restaurantes para turistas, pero encuentro que está bastante bien (60,61,62,63,64). Entre ellas podemos encontrar una de las muchas fuentes que hay por Berlín para extraer agua del subsuelo (65), aunque en este caso está algo más adornada que la mayoría. También hay una curiosa fuente con el oso (66), cómo no, e incluso algún grabado con la forma del típico Brezeln, que venden en las panaderías (67).
Desde esta zona de la ciudad hay otro puente que nos une con la parte Sur de la isla de los museos, y desde él podemos ver la Catedral (68).
Nos dirigimos entonces hacia el Sudeste y, tras una pequeña caminata, llegamos al trozo mejor conservado del muro, en el que se ven las pintadas que diversos artistas realizan sobre él (69). Por lo que tengo entendido, estos dibujos se renuevan periódicamente con nuevas obras, por lo que, salvo algún caso particular, no son los que originalmente había pintados en tiempos de la reunificación.
Al final del recorrido hay incluso una tienda de souvenirs en el propio muro (70). También puede apreciarse, en el lado del río, cómo el muro era doble (71). En efecto, no era una sola pared, sino que en realidad eran dos muros, separados por unos pocos metros, de manera que conseguir escapar era tan fácil.
Los graffitis de Berlín Oriental no se limitan al muro, sino que también es posible verlos en bastantes casas, como ocurre con este característico dibujo que dice "Berlín es pobre, pero sexy" (72).
En este punto se contempla ya el curioso puente Oberbaum (73) con su característico color rojizo y un estilo industrial que al menos a mí me gustó bastante. Al otro lado hay un barrio bastante animado, y si seguimos andando hacia el Sudeste, cruzamos unos canales junto a los que hay terrazas donde tomar algo (74). Pero mi objetivo era llegar al Treptoverpark, mucho más abajo, así que seguí caminando durante mucho rato por un barrio más tranquilo y residencial (75), hasta que por fin conseguí llegar al parque (76). Es enorme, y aún es necesario recorrerlo durante un buen trozo para alcanzar una de las entradas (77) de mi objetivo final: el monumento a los muertos soviéticos de la Segunda Guerra Mundial.
Este enorme monumento consiste en un enorme paso con la estatuas de dos soldados soviéticos (78,79,80), seguida de una enorme avenida (81) que culmina en una gran estatua de bronce que representa al héroe soviético protegiendo a la población civil (82). La avenida esta flanqueada por enormes grabados en piedra que representan diferentes fases de la guerra (83,84). En el interior del pie de la estatua hay una especie de capilla adornada al estilo comunista (85). Desde allá es posible contemplar la inmensidad del monumento (86), y si volvemos sobre nuestros pasos y llegamos hasta el final, podemos contemplar una modesta estatua que representa a la madre Rusia llorando por sus hijos (87).
Si continuásemos hacia el Este, más allá del parque, llegaríamos al pueblo de Köpenick, donde multitud de embarcaciones surcan los dos ríos que allí confluyen, y de la que destacan el ayuntamiento (88) y un pequeño palacio ocasionalmente utilizado por los antiguos reyes de Prusia (89). En lugar de eso, vamos a volver hacia el Norte y cruzar el río, desde el que aún es posible obtener una bonita vista del Oberbaum (90), mientras en la otra ribera podemos contemplar más fragmentos de muro pintados, y edificios que nos recuerdan a la decadente RDA (91). En general, los barrios de esta zona tienen ese toque comunista, que por un lado es triste, pero por otro resulta pintoresco, y de ahí que se haya convertido en la típica zona "de marcha" de la ciudad, un sitio que mucha gente prefiere a las zonas caras y pijas del centro, los modernos locales de la Potsdamerplatz y las lujosas tiendas de la Friedrichstrasse.
Aquí tan pronto te encuentras una torre vieja (92) (si me equivoco, un antiguo depósito de agua), como un cine rodeado de pintadas y carteles pegados por las paredes (93). Tampoco podía faltar algún local que ofrece tapas, a la española (94), y como es típico de mí, no pude dejar de recoger el testimonio de ello.
En realidad, uno no necesita recurrir aquí a la comida española o italiana. La verdad es que se puede comer y beber decentemente, por unos precios muy asequibles. Como siempre, depende de hasta dónde queramos llegar, pero si simplemente queremos llenar el estómago con algo aceptable, podemos hacerlo igual que en España. La opción barata más típica, dejando aparte los numerosísimos kebabs, es el currywurst. No es más que una típica salchicha alemana acompañada con las mismas salsas de siempre, pero con un toque de curry. Hay muchos locales que la ofrecen, e incluso en algunos lugares céntricos de la ciudad hay vendedores ambulantes que van con su bandeja repartiéndolas por la calle (95).
En cuanto a la cerveza, por supuesto las tienen de todos los tipos, y uno se hace un lío con tanta marca. La típica de Berlín es una cerveza a la que le añaden sabores afrutados que le dan un toque dulzón. La hay de color rojo y de color verde, y se llama Berliner Weisse (96). Personalmente no me gusta nada; creo que es algo que está bien para quien no le guste realmente la cerveza.
Bastente más al norte del paso por el río, llegamos a la impresionante Karl-Marx-Allee (97), la avenida de Karl Marx. Se trata de una enorme (pero enorme, ¿eh?) avenida hecha por los comunistas para alojar a los funcionarios del estado. Tiene un estilo arquitectónico algo feo y está bastante deteriorada, pero sus dimensiones le dan un toque especial. Su punto culminante es la también enorme Frankfurter Tor, que no es más que un paso de la avenida flanqueado por dos descomunales edificios (98).
Ya para finalizar el recorrido por la parte oriental, vale la pena mencionar también el teatro del pueblo (Volksbüne), que se encuentra en la plaza Rosa de Luxemburgo (98b)
Desgraciadamente, no se puede tener todo, y en esta ocasión me faltó tiempo para conocer la vida nocturna de Berlín, tan famosa internacionalmente. Básicamente se redujo a tomar algo en un bar gótico, el Last Profecy, adornado con todo tipo de detalles fúnebres, y cuya escalera para descender a la planta baja está adornada también por un curioso elemento (99). Hubiera querido visitar el Halford, un bar rockero dedicado al cantante de los Judas Priest, pero lamentablemente estaba cerrado (100). Otra vez será.
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