miércoles, 6 de octubre de 2010

Spandau y el museo de la Luftwaffe

Al Oeste de Berlín, justo donde acaban las líneas de metro y de S-Bahn, se encuentra la pequeña localidad de Spandau, hoy en día convertida en un distrito de Berlín. Es conocida por haber albergado a finales de la Segunda Guerra Mundial una prisión, en la que estuvieron unos pocos prisioneros de gran relevancia, especialmente Rudolf Hess, que murió allí. La localidad mantiene un cierto aire medieval en algunos rincones, como es el caso de su iglesia (1). ¿Adivinan cómo se llama? Sí, iglesia de San Nicolás.

Pero la razón que me movió a visitarla no fue conocerla, sino que es uno de los lugares por los que hay que pasar para llegar al museo de la Luftwaffe (2), situado en un aeródromo, bastante más al sur. Desde Spandau, hay que coger un autobús que, tras unos 20 minutos de recorrido, nos deja en una zona de casitas con jardín, a partir de la cual debemos caminar un cuarto de hora para llegar al aeródromo. Allá, una amable señora que no sabía nada de inglés (ni por supuesto de español) me explicó que, lamentablemente, la torre de control estaba cerrada al público, así como el hangar dedicado a los aspectos más modernos de la Luftwaffe. Una pena. Sin embargo, con el resto ya hay suficiente material como para estar por lo menos una hora y media visitando el museo, así que tampoco fue tan grave.

El nombre "Luftwaffe" ha quedado asociado a la aviación alemana de la Segunda Guerra Mundial; sin embargo, esta palabra no significa otra cosa que "fuerza aérea", por lo que en realidad es un nombre genérico. En este aeródromo muestran aparatos y material relacionados con toda su historia, incluyendo algunos aviones de otros países, como EEUU o GB.

En la primera parte del recorrido, por las pistas del aeródromo, es posible contemplar joyas tan curiosas como algunos aviones de doble hélice (3), los Mig-21 de la RDA (4,5), antiguos helicópteros del ejército de tierra (6), aviones clásicos como el Phantom estadounidense (7) y el Harrier británico (8), así como modelos rusos de Mig y Sujoi (9,10). También algún curioso modelo menos conocido pero más llamativo (11).

Probablemente lo más interesante está en el hangar donde se encuentran los objetos anteriores a 1945. Allí se puede ver, cómo no, un Messerschmitt Bf-109 (12), junto a una curiosa descripción técnica, que indica que está fabricado por CASA, en su fábrica de Sevilla (13). También hay diferentes modelos de planeadores de diferentes épocas (14, 15, 16), máquinas remolcadoras para los aviones (17), artillería antiaérea (18) o un modelo del traje que llevaban los aviadores de la Segunda Guerra Mundial (19). Atención al detalle de la bragueta.

También se muestran algunos modelos posteriores a la guerra, como el Tornado (20) o el Sabre (21), este último muy curioso de ver, pues tenía abierta la parte del fuselaje donde están las cintas de munición de las ametralladoras. También la ametralladora del Mig-21, del que había una exposición especial, podía contemplarse por separado (22).

De la Segunda Guerra Mundial había objetos interesantes, como la cabeza y el final de un cohete V-2 (23), o un esquema del motor del Me-262 (24), el primer avión de combate a reacción de la historia. También está el Me-163 Komet (25), que prácticamente era una mezcla entre cohete y planeador. Aquí (26) puede verse un documento relacionado con el avión; si no me equivoco, atestigua la formación del 43º escuadrón de cazabombarderos. Sólo por el emblema del escuadrón (que también puede verse en el fuselaje del Komet), ya vale la pena.

Otra serie de documentos, medallas y diversos objetos de la época pueden contemplarse también en el hangar (27,28,29,30), entre ellas el uniforme de los oficiales de la Luftwaffe (31) o incluso las ropas que llevaban los prisioneros del campo de Sachsenhausen, cercano a Berlín (32).

De las primeras épocas de la aviación también hay bastante material, que a mí me parece especialmente interesante. Pueden verse algunos de los primeros modelos de aviones (33), y los usados en la Primera Guerra Mundial, tanto por el bando alemán (34) como por el francés (35). No podía faltar un modelo del Fokker triplano que usó el Barón Rojo (36,37). Al lado hay también algún avión de la época de la República de Weimar (38). En una sala adyacente había una exposición sobre los globos y zeppelines que Alemania desarrolló con mucho éxito a principio del siglo XX. Desgraciadamente todos los textos estaban en alemán, pero había alguna imagen curiosa como la de este globo (39) o la macabra imagen de un aviador muerto representado con sus papeles en la boca (40).

Con esto acabó mi visita al hangar dedicado al periodo anterior a 1945. Aunque el que estaba dedicado a la época actual estaba cerrado, en las pistas podían observarse algunos objetos, entre ellos varios misiles tierra-aire (41,42).

Por cierto, hay que mencionar que la entrada al museo es gratis, lo cual es de agradecer teniendo en cuenta el material expuesto.

Tras abandonar el museo a pie y conseguir volver a Spandau, decidí echar un vistazo al principal atractivo de este distrito: la Ciudadela (43). Se trata de una antigua fortificación medieval, que durante el Renacimiento se expandió según el estilo de la época, para formar una ciudadela sobre varios islotes del río. De este modo el propio río sirve de foso y la hace más inexpugnable. En lugar de la forma pentagonal que tienen algunas construcciones similares de Italia y España, esta es cuadrada, pero igualmente tiene los característicos baluartes de la época.

Para cruzar el amplio foso (44) hay un puente bastante curioso, pues las rejas de ambos lados están adornadas con cascos típicos de Alemania desde los tiempos de la Alta Edad Media hasta la Segunda Guerra Mundial. Yo hice una foto de los dos más característicos, el del II Reich (45) y el del III Reich (46).

Una vez dentro, se puede ver un pequeño museo acerca de la propia ciudadela, y subir por dentro de la torre (47) para contemplar la vista desde lo alto (48,49). Luego, tras caminar por el baluarte (50), se puede descender hasta abajo, donde hay un pequeño museo con diversos objetos de la Prusia del siglo XIX, y junto a él un montón de estatuas, que supongo que se han ido acumulando en la ciudadela a lo largo del tiempo (51,52,53). En realidad se deberían poder visitar más zonas de la ciudadela, pero ocurre que cada cierto tiempo la aprovechan para dar conciertos en su patio, y entonces una parte del edificio sirve de "backstage", por lo que no se puede pasar. Ese día precisamente tocaban Jethro Tull, por lo que en parte se me fastidió la visita, pero por la noche me recompensó el hecho de poder ir a verles en un sitio tan especial. Muy buen concierto y maravilloso el entorno, aunque los aviones que despegan del cercano aeropuerto de Tegel aportan algo de ruido cada pocos minutos.

Para volver a casa lo mejor es usar el metro (U-Bahn), que está muy cerca, precisamente en la parada llamada Zitadelle. Ya comenté anteriormente que Berlín tiene muchas estaciones bonitas. Esta es una de ellas, pues está adornada al estilo de la época, tanto en el exterior (54) como en el interior (55).

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