Si seguimos hacia el Sudoeste a partir de Spandau, llegamos a Potsdam, la capital del estado de Brandeburgo. No se puede tener una idea de los aires de grandeza de la dinastía Hohenzollern (a la que pertenecieron todos los reyes de Prusia), sin visitar Potsdam. La ciudad en sí no tiene gran cosa que ver, básicamente la bella iglesia de... ¿hace falta decirlo? (1,2); enfrente está el ayuntamiento (3), y algo más arriba, tras pasar junto a otra iglesia más modesta (4) (esta ya no es de San Nicolás, sino de San Pedro y San Pablo) llegamos a la Nauener Tor (5). Pero esta zona no tiene gran interés, así que hay que ir algo más al Oeste, hasta contemplar la Puerta de Brandeburgo (6, 7)... sí, aquí también hay una puerta con ese nombre; de hecho, es más antigua que la de Berlín.
Pero el interés, lógicamente, se encuentra más al Oeste, donde se hallan los jardines y palacios reales. Visitarlos todos en un solo día es una hazaña prácticamente irrealizable, por lo que si uno está interesado, más vale que se reserve dos días, o bien sencillamente que renuncie a visitar parte del complejo. No todos están abiertos siempre, así que hay que informarse bien. Si no recuerdo mal, sólo los fines de semana están abiertos todos, pero si ya un martes, cuando yo fui, es casi imposible librarse de colas enormes, no quiero ni pensar cómo estará un fin de semana.
No pude visitar el Palacio Nuevo (que es el más grande de todos) porque ese día estaba cerrado, pero voy a describir el resto, del que pude ver casi todo.
La entrada por la que accedí es la que contiene la Friedenskirche (8,8b) (iglesia de la paz), donde está enterrado el rey Federico Guillermo IV. Me llamó la atención la torre que se ve al fondo. Dicen que está hecha a semejanza de la de Santa Maria in Cosmedin, en Italia, puesto que el arte de aquella época se inspiraba mucho en ese país. Desde luego, no parece alemana, sino imitación. Por cierto, no lejos de este sitio, en medio de los jardines, se encuentra el llamado "rincón de Voltaire", donde el filósofo francés pasaba algunos ratos durante su estancia en la corte de Federico el Grande.
Antes de llegar al palacio, anduve un rato por el parque, que, una vez más, es enorme y está lleno de árboles y de lagos donde navegan apaciblemente patos y cisnes (9). Por fin, algo más arriba, comencé a ver la subida escalonada que lleva al palacio de Sans Soucci (10,11). Por fuera no está mal, pero no es especialmente destacable (12), salvo quizás por los pabellones enrejados que hay en los laterales (13), aunque el entorno es bastante espectacular, y eso que yo lo visité en verano, cuando la vegetación está algo seca y las flores no se encuentran en su máximo esplendor. Estoy convencido de que en primavera, la subida al palacio debe estar realmente bien (14).
Tras el palacio, puede contemplarse el enorme bosque que se extiende a lo lejos y, al fondo, unas ruinas simuladas (15), muy del gusto de los gobernantes del siglo XIX, con las que se intentaba crear un falso ambiente de antigüedad. Desgraciadamente, el complejo del parque y sus palacios es tan grande que no tuve tiempo para visitarlas. Allá se encuentra el depósito de agua que originalmente servía para poder abastecer a las fuentes del jardín, ya que al ser un terreno algo más elevado, se puede conseguir la presión necesaria.
Por supuesto, la visita al interior de palacio es totalmente recomendable, aunque hay que hacer una gran cola, incluso entre semana y llegando muy pronto. Mientras estás en la cola, unos monitores orientados al exterior te muestran, en tiempo real, cómo se van agotando las entradas para cada pase (cada cinco minutos hay un pase). Fotos del interior no hice, excepto de la curiosa cocina (16). Me quedó por ver la parte que llaman "las salas de las damas", que se visita aparte, y aquel día no estaba abierta.
Muy cerca hay un antiguo molino (17), que también puede visitarse. Al Oeste se encuentra un palacio de la época posterior de Federico Guillermo IV, llamado Orangerie (18). El propio rey, que tenía vocación de arquitecto, hizo los primeros planos. Está bastante deteriorado, pero del que aún se puede acceder a una parte del interior y subir a su torre para contemplar el parque. Por lo visto, los reyes de entonces se aburrían viviendo siempre bajo el techo del palacio construido por su antecesor, o sea que construían uno nuevo y lo añadían al conjunto.
No lejos de este palacio se encuentra otra construcción, el Belvedere (20), al que se llega a través de un largo paseo arbolado (19), y si en lugar de eso vamos descendiendo por los jardines, podemos ir contemplando un bonito paisaje, siempre inspirado en Italia (21, 22, 23, 24). Al final, podemos observar el conjunto del palacio con sus jardines, frente a una estatua de, cómo no, Federico el Grande (25).
Algo más abajo se encuentra el que seguramente es el edificio más pintoresco, y uno de los más famosos, de Sans Souci: la casa de té china (26,27). No es grande, pero resulta bonita con sus figuras doradas y su interior pintado con motivos orientales. Una de las visitas imprescindibles si se va a Potsdam.
Ya algo más abajo, junto a un pequeño lago (28), podemos contemplar dos "modestas" casas de recreo: la villa romana (29), copia de las casas de los antiguos romanos, y el Schloss Charlottenhof (30,31), una casa también con detalles de inspiración romana. Ambas están algo deterioradas, sobre todo la villa romana, pero aún es posible visitarlas e imaginar, a partir de lo que se ha conservado, la agradable vida que debieron llevar aquí sus dueños.
Ya por último, decidí visitar un anexo al palacio de Sans Souci, en el que se muestran obras clásicas de pintura y alguna escultura (32), y vale la pena si se tiene tiempo y, como en mi caso, el ticket diario incluye esta visita.
Para el resto de sitios, la falta de tiempo o el cierre me impidieron conocerlos, pero ya llegará el momento de hacerlo.
Pero el interés, lógicamente, se encuentra más al Oeste, donde se hallan los jardines y palacios reales. Visitarlos todos en un solo día es una hazaña prácticamente irrealizable, por lo que si uno está interesado, más vale que se reserve dos días, o bien sencillamente que renuncie a visitar parte del complejo. No todos están abiertos siempre, así que hay que informarse bien. Si no recuerdo mal, sólo los fines de semana están abiertos todos, pero si ya un martes, cuando yo fui, es casi imposible librarse de colas enormes, no quiero ni pensar cómo estará un fin de semana.
No pude visitar el Palacio Nuevo (que es el más grande de todos) porque ese día estaba cerrado, pero voy a describir el resto, del que pude ver casi todo.
La entrada por la que accedí es la que contiene la Friedenskirche (8,8b) (iglesia de la paz), donde está enterrado el rey Federico Guillermo IV. Me llamó la atención la torre que se ve al fondo. Dicen que está hecha a semejanza de la de Santa Maria in Cosmedin, en Italia, puesto que el arte de aquella época se inspiraba mucho en ese país. Desde luego, no parece alemana, sino imitación. Por cierto, no lejos de este sitio, en medio de los jardines, se encuentra el llamado "rincón de Voltaire", donde el filósofo francés pasaba algunos ratos durante su estancia en la corte de Federico el Grande.
Antes de llegar al palacio, anduve un rato por el parque, que, una vez más, es enorme y está lleno de árboles y de lagos donde navegan apaciblemente patos y cisnes (9). Por fin, algo más arriba, comencé a ver la subida escalonada que lleva al palacio de Sans Soucci (10,11). Por fuera no está mal, pero no es especialmente destacable (12), salvo quizás por los pabellones enrejados que hay en los laterales (13), aunque el entorno es bastante espectacular, y eso que yo lo visité en verano, cuando la vegetación está algo seca y las flores no se encuentran en su máximo esplendor. Estoy convencido de que en primavera, la subida al palacio debe estar realmente bien (14).
Tras el palacio, puede contemplarse el enorme bosque que se extiende a lo lejos y, al fondo, unas ruinas simuladas (15), muy del gusto de los gobernantes del siglo XIX, con las que se intentaba crear un falso ambiente de antigüedad. Desgraciadamente, el complejo del parque y sus palacios es tan grande que no tuve tiempo para visitarlas. Allá se encuentra el depósito de agua que originalmente servía para poder abastecer a las fuentes del jardín, ya que al ser un terreno algo más elevado, se puede conseguir la presión necesaria.
Por supuesto, la visita al interior de palacio es totalmente recomendable, aunque hay que hacer una gran cola, incluso entre semana y llegando muy pronto. Mientras estás en la cola, unos monitores orientados al exterior te muestran, en tiempo real, cómo se van agotando las entradas para cada pase (cada cinco minutos hay un pase). Fotos del interior no hice, excepto de la curiosa cocina (16). Me quedó por ver la parte que llaman "las salas de las damas", que se visita aparte, y aquel día no estaba abierta.
Muy cerca hay un antiguo molino (17), que también puede visitarse. Al Oeste se encuentra un palacio de la época posterior de Federico Guillermo IV, llamado Orangerie (18). El propio rey, que tenía vocación de arquitecto, hizo los primeros planos. Está bastante deteriorado, pero del que aún se puede acceder a una parte del interior y subir a su torre para contemplar el parque. Por lo visto, los reyes de entonces se aburrían viviendo siempre bajo el techo del palacio construido por su antecesor, o sea que construían uno nuevo y lo añadían al conjunto.
No lejos de este palacio se encuentra otra construcción, el Belvedere (20), al que se llega a través de un largo paseo arbolado (19), y si en lugar de eso vamos descendiendo por los jardines, podemos ir contemplando un bonito paisaje, siempre inspirado en Italia (21, 22, 23, 24). Al final, podemos observar el conjunto del palacio con sus jardines, frente a una estatua de, cómo no, Federico el Grande (25).
Algo más abajo se encuentra el que seguramente es el edificio más pintoresco, y uno de los más famosos, de Sans Souci: la casa de té china (26,27). No es grande, pero resulta bonita con sus figuras doradas y su interior pintado con motivos orientales. Una de las visitas imprescindibles si se va a Potsdam.
Ya algo más abajo, junto a un pequeño lago (28), podemos contemplar dos "modestas" casas de recreo: la villa romana (29), copia de las casas de los antiguos romanos, y el Schloss Charlottenhof (30,31), una casa también con detalles de inspiración romana. Ambas están algo deterioradas, sobre todo la villa romana, pero aún es posible visitarlas e imaginar, a partir de lo que se ha conservado, la agradable vida que debieron llevar aquí sus dueños.
Ya por último, decidí visitar un anexo al palacio de Sans Souci, en el que se muestran obras clásicas de pintura y alguna escultura (32), y vale la pena si se tiene tiempo y, como en mi caso, el ticket diario incluye esta visita.
Para el resto de sitios, la falta de tiempo o el cierre me impidieron conocerlos, pero ya llegará el momento de hacerlo.
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