miércoles, 6 de octubre de 2010

La Altstadt

Sin duda la parte más turística y conocida de Dresde es la ciudad vieja (Altstadt). No es un área muy grande, pero sí con mucho encanto, que se ve favorecida por el paso del imponente Elba, junto al cual destacan aún más las antiguas construcciones de la ciudad.

Es bien sabido que esta parte fue ampliamente destruida por la aviación aliada durante un bombardeo de la Segunda Guerra Mundial, muy criticado por lo inútil de su valor estratégico y la barbarie que suponía arrasar el centro histórico de una de las ciudades más bellas de Alemania.

El caso es que los alemanes han conseguido reconstruir una buena parte del antiguo esplendor de Dresde, y si bien aún queda algún rincón por recuperar del todo, lo más importante está ya en pie, luciendo con tanta o más belleza que antes de 1945. Especialmente la famosa Frauenkirche (Iglesia de Nuestra Señora), de la que sólo quedaron escombros tras el bombardeo, y que en un muy breve periodo de tiempo (2000-2005) fue levantada de nuevo hasta ofrecer el magnífico aspecto que muestra ahora (1). Por dentro también es muy bonita y original, vale la pena verla, toda de color claro y con su curiosa forma circular. Hoy en día también se usa para conciertos de música clásica, lo cual supongo que ayuda a obtener dinero para mantenerla.

La plaza en la que se halla la Frauenkirche (2) es probablemente el sitio con más concentración de turistas de la ciudad. Está estratégicamente situada, más o menos en el centro de la Altstadt, y con su monumento más importante. También destaca enfrente de la iglesia, la estatua de Lutero (3), y algo más apartada, una del rey Augusto III (4). La propia plaza es, por sí misma, algo que vale la pena visitar, con esos edificios coloreados que tan pintorescos parecen a quien viene de España (5,6).

Una de las calles más estrechas que salen de la plaza lleva directamente al río, y está plagada de restaurantes y tiendas, especialmente orientadas a los turistas (7). De muestra, un botón: este restaurante tan español (8). No es el único; en Dresde pueden encontrarse muchos sitios así. Y no están localizados en un barrio concreto, sino por toda la ciudad. Luego iré señalando otros lugares. Es algo que me llamó la atención, porque en Berlín no vi para nada algo parecido, mientras que Dresde, que pese a ser destino turístico, no es muy conocida en España, ves por todas partes locales españoles, o incluso alguna muestra del interés por nuestro país, como este curso de español, que se anunciaba en muchas paradas de tranvía (9).

Toda la zona que separa la Frauenkirche del Elba está formada por antiguas construcciones, algunas aún muy deterioradas, pero que vale la pena ver tanto de día (10) como de noche (11). Por supuesto, si se cruza el río y se contempla la zona desde el otro lado, la imagen es aún más bonita, y realmente digna de postal (12), aunque mi cámara no es probablemente la más adecuada para sacar una foto en esas condiciones. De día ya la cosa cambia, y se puede obtener alguna foto impresionante sin grandes dificultades (13,14).

Todo el paseo que bordea el Elba, junto a los antiguos edificios, ofrece una fantástica vista, puesto que la mayor parte de él está bastante elevada sobre el río, y la orilla opuesta también tiene grandes construcciones perfectamente visibles (15). Si seguimos paseando por él hacia la izquierda, llegaremos al extremo oriental de la Altstadt, en el que está la Theaterplatz (plaza del teatro) (16). Es uno de los lugares de más concentración de turistas, puesto que todo a su alrededor son cosas dignas de verse. A un lazo la Semperoper, a otro el Zwinger, a otro la Hofkirche y al otro, el propio río. En el centro hay una estatua ecuestre del rey Juan de Sajonia. Pero vamos por partes.

Frente a la estatua del rey se halla la Hofkirche, o Iglesia de la Santísima Trinidad (17,18), uno de los edificios más bonitos del casco antiguo, y el más visible de toda esta parte de la ciudad. Justo al otro lado está el teatro operístico Semperoper (19), llamado así por su arquitecto, Gottfried Semper, que ha sido varias veces reconstruído a lo largo de su historia. A la derecha tenemos ya el río, y a la izquierda, el Zwinger, del que vale la pena hablar más detenidamente.

El Zwinger (20) es un palacio barroco bastante original, construído sobre una antigua fortaleza, con su foso defensivo y todo (20b). Básicamente es un enorme patio (21, 22) rodeado por las estancias. No es un edificio muy alto ni muy grueso, pero sí muy amplio, ya que rodea un área bastante grande. Por ello es imposible contemplarlo entero; más bien vale la pena irlo recorriendo y admirar su diferentes sectores. Primero nos dirigimos a la entrada (23), donde ya encontramos dos museos situados allí mismo; en la parte derecha hay una exposición de pinturas y en la de la izquierda una de armaduras y otros objetos medievales. Una vez hemos atravesado la entrada (24) contemplamos el amplio patio (25) y los laterales (26, 27). Al fondo está la otra entrada que da al foso, que se cruza con un puente (28). La parte superior de esta entrada es bastante llamativa, en forma de torre (29) con una cúpula curiosa (30). En el exterior se haya el foso y junto a él el agua forma un pequeño lago que también contiene una fuente (31,32).

En el interior del palacio, podemos acceder a uno de los laterales (33), que contiene un patio adornado con fuentes (34). Si accedemos a su parte superior, veremos que está toda adornada con estatuas y nuevas fuentes que forman un conjunto bastante bonito (35, 36). Desde allá se tiene una vista bastante buena del palacio, aunque resulta imposible abarcarlo todo debido a su extensión. Existe algún sector en restauración, como el que debe estar dedicado a un museo de aparatos de matemáticas y física, y en el otro extremo hay una amplísima exposición de porcelana (el producto típico de la ciudad) que vale la pena ver. Sin duda el Zwinger, con su amplio patio (37,38) y los variados rincones de su estructura (39), es el lugar más interesante de ver de toda la ciudad vieja.

Si desde el Zwinger nos dirigimos de nuevo a la Fraunkirche, probablemente pasemos por la calle en la que estaban las antiguas caballerizas, en la que podemos contemplar una de las imágenes más típicas de Dresde: el enorme mural de azulejos de porcelana que representa, en una sola imagen, a los príncipes de Sajonia desde 1123 a 1906(40,41).

Más al sur de esta zona, se encuentra el ayuntamiento, al que podemos llegar a través de un bonito pasaje lleno de restaurantes turísticos (42), entre los que me llamó la atención, cómo no, el restaurante Barcelona (43). El ayuntamiento (44) es enorme, y se puede pagar por subir a su alta torre, desde la que seguro que se contempla una bonita vista de la ciudad. En su parte frontal está adornado con una lustrosa reja dorada (45). No lejos de allí podemos ver la curiosa escalera del museo municipal (46). El edificio que se ve detrás es la sede de la policía local.

Básicamente aquí se acaba la ciudad vieja. Si se continúa caminando hacia el Sur, en dirección a la estación principal de tren, se pasa por una enorme y moderna área comercial de tiendas y restaurantes, en la que destaca un curioso cine (47).

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